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viernes, marzo 03, 2006

El poder de un nombre 

Existe una bonita fábula sobre el poder de la palabra. Moraleja que yo comparto, por otro lado. Pero hoy os quiero hablar de otra cosa: El poder de un nombre.

El nuevo presidente del Real Madrid se llama Fernando Martín. Y aunque objetivamente me ha parecido en las primeras comparecencias otro enano empeñado en vengarse del mundo que le ha condenado a estar en su deforme cuerpo a través del éxito empresarial y mediático (como el anterior, por cierto, sólo que además en versión gañán y perdonavidas), le concedo todo el crédito del mundo ¿Por qué? Por cómo se llama.

Fernando Martín es la única persona, con la excepción de ello, a la que yo, sin ningún tipo de reservas, he idolatrado. Punto.

Para los que no sepan nada del muchacho, aquí hay un link en la Wikipedia. Tremendo jugador, considerado hasta la llegada de Gasol como el mejor jugador español de basket de todos los tiempos.

Pero lejos del palmarés y las alharacas, lo que me hizo ser un devoto incondicional de Fernando, eran los huevos, que no le cabían en la bolsa. Y la planta de Leónidas que se dirige al desfiladero sabiendo que va a morir. Espartano, vuelve con tu escudo... o sobre él.

Lo de que soy un "sucker" por la gente que le echa huevos a lo que hace ya lo sabéis todos, y que la épica también me hace tilín lo sabéis desde el post del 300 de Miller. Pero no me sirve cualquier épica.

A mi Juanito, por ejemplo, siempre me pareció un sociópata descerebrado con el que no me podía identificar, lo mismo que Camacho me parecía un zagalón que había escapado a su destino en la huerta de Cieza por los pelos. Fernando no era Demóstenes, pero era... otra cosa. Siempre serio, siempre atormentado, siempre echándose los partidos a la espalda, siempre hostiándose a cara de perro con el negrazo del equipo rival. Sin pedir ni dar piedad. Volaba la sangre, el sudor, los tendones como cuerdas de ballesta... Miller cogía un partido Madrid-Barça de los '80 y de la mano de hostias que se daban Norris y Martín hacía tres álbumes.

Mi firma actual es una copia evolucionada de la de Fernando Martín. Empecé a jugar al baloncesto por él. En los más de veinte equipos de fútbol y de baloncesto en los que he estado jugando en mi vida, sempre llevé el 10. Me hice una camiseta (Cuando hacerlas era muy complicado) con un poster de Fernando delante y literalmente, detrás: "Me cago en Julián Lago y en la puta madre que lo parió" (Por aquellos entonces en el programa este de la máquina de la verdad, sacó muchos trapos sucios de Fernando y le acusó de un montón de mierda con Ana Obregón, que fue durante un tiempo su pareja). Me tiré meses enteros dedicado a jugar al "Fernando Martín Basket Master" en el Spectrum. Lloré como un bellaco el día que me enteré de su muerte. Era un puto fan descerebrado.

El tiempo y los años me concedieron la suficiente distancia, serenidad e información como para poder separar el mito que yo me había construido de la realidad. Pero ya era tarde. Fernando era ya parte intrínseca de mi personalidad, y docenas de aspectos de la misma habían sido conformados en base a su "role model".

El poder del nombre ya se había creado.

Así que, señor presidente, de momento tiene mi apoyo. Por el poder del nombre y del tren superior más cafre que el basket madrileño ha visto jamás.

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